El Gobierno Nacional no debe molestarse porque ex presidentes de la República, el Polo Democrático Alternativo y “Colombianas y Colombianos por la Paz” contribuyan a superar roces innecesarios con países vecinos y hermanos
Aunque no conozco los pormenores de la conversación de la delegación de “Colombianos y Colombianas por la Paz” con el presidente Hugo Chávez de la República Bolivariana de Venezuela, porque no fui invitado a hacer parte de ella y tampoco conocí con antelación los temas que se le iban a plantear al mandatario venezolano, considero que fue muy útil la reunión y en lo concreto, se logró el regreso del embajador del vecino país a Bogotá, lo que ni siquiera pudo lograr el presidente Uribe Vélez y la cancillería con esa práctica arrogante y anacrónica de la diplomacia de las cañoneras.
De la misma manera, contemplo como útiles y pertinentes las reuniones del ex presidente Ernesto Samper Pizano y de los dirigentes del Polo Democrático Alternativo, motivadas en fines altruistas y que demuestran que no todos los colombianos y colombianas nos solidarizamos con la instalación de las bases militares agresivas de Estados Unidos en Colombia y tampoco con el argumento de la extraterritorialidad de la “seguridad democrática”, convertido en pretexto de agresión y violación territorial de los países vecinos. Uribe Vélez no supera el ejemplo de su mentor y viejo tutor, George W. Bush, cuyo Gobierno en Washington muy rápido pasó al olvido por los métodos terroristas y autoritarios en las relaciones internacionales. La diplomacia colombiana se resiste a entender que en el mundo de hoy lo que sale a flote son las negociaciones pacíficas y las soluciones amistosas a los conflictos internos y entre países.
Desde luego, que es al Gobierno Nacional es al que le corresponde dirigir las relaciones internacionales, pero los buenos oficios de ciudadanos y ciudadanas en momentos de tensión y desconfianza no están en contravía de la Constitución y la ley, sino que son útiles y necesarios, como se está demostrando en la práctica. ¿Quién ha dicho que este tipo de actividades altruistas y patrióticas son ilegales e inconducentes porque no tienen el aval del mesías de la “Casa de Nari”? Es el colmo del autoritarismo, respaldado en la “gran prensa”. Como no tengo espíritu de lacayo, levanto mi voz de protesta contra la política internacional de Uribe Vélez, inspirada en la dependencia indigna a Washington y del rencor por los cambios democráticos y avanzados en la mayoría de los países del continente. Su estirpe derechista y fascistoide lo aleja de esta condición humanista. Al tiempo, me pronuncio por la restauración de las relaciones diplomáticas con los países vecinos, sobre las bases de respeto a la soberanía nacional, ayuda mutua y cooperación recíproca provechosa.
Es obvio, que mientras Uribe no cambie de política no encaja en los propósitos democráticos y soberanos de UNASUR. Su ausencia en la Cumbre de Quito, la cual quiso sabotear con la “gira muda”, denota temor por los debates ideológicos y de principios. Eso no es propio de un estadista.
Carlos A. Lozano Guillén
Bogotá D.C. 9 de agosto de 2009
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Aunque no conozco los pormenores de la conversación de la delegación de “Colombianos y Colombianas por la Paz” con el presidente Hugo Chávez de la República Bolivariana de Venezuela, porque no fui invitado a hacer parte de ella y tampoco conocí con antelación los temas que se le iban a plantear al mandatario venezolano, considero que fue muy útil la reunión y en lo concreto, se logró el regreso del embajador del vecino país a Bogotá, lo que ni siquiera pudo lograr el presidente Uribe Vélez y la cancillería con esa práctica arrogante y anacrónica de la diplomacia de las cañoneras.
De la misma manera, contemplo como útiles y pertinentes las reuniones del ex presidente Ernesto Samper Pizano y de los dirigentes del Polo Democrático Alternativo, motivadas en fines altruistas y que demuestran que no todos los colombianos y colombianas nos solidarizamos con la instalación de las bases militares agresivas de Estados Unidos en Colombia y tampoco con el argumento de la extraterritorialidad de la “seguridad democrática”, convertido en pretexto de agresión y violación territorial de los países vecinos. Uribe Vélez no supera el ejemplo de su mentor y viejo tutor, George W. Bush, cuyo Gobierno en Washington muy rápido pasó al olvido por los métodos terroristas y autoritarios en las relaciones internacionales. La diplomacia colombiana se resiste a entender que en el mundo de hoy lo que sale a flote son las negociaciones pacíficas y las soluciones amistosas a los conflictos internos y entre países.
Desde luego, que es al Gobierno Nacional es al que le corresponde dirigir las relaciones internacionales, pero los buenos oficios de ciudadanos y ciudadanas en momentos de tensión y desconfianza no están en contravía de la Constitución y la ley, sino que son útiles y necesarios, como se está demostrando en la práctica. ¿Quién ha dicho que este tipo de actividades altruistas y patrióticas son ilegales e inconducentes porque no tienen el aval del mesías de la “Casa de Nari”? Es el colmo del autoritarismo, respaldado en la “gran prensa”. Como no tengo espíritu de lacayo, levanto mi voz de protesta contra la política internacional de Uribe Vélez, inspirada en la dependencia indigna a Washington y del rencor por los cambios democráticos y avanzados en la mayoría de los países del continente. Su estirpe derechista y fascistoide lo aleja de esta condición humanista. Al tiempo, me pronuncio por la restauración de las relaciones diplomáticas con los países vecinos, sobre las bases de respeto a la soberanía nacional, ayuda mutua y cooperación recíproca provechosa.
Es obvio, que mientras Uribe no cambie de política no encaja en los propósitos democráticos y soberanos de UNASUR. Su ausencia en la Cumbre de Quito, la cual quiso sabotear con la “gira muda”, denota temor por los debates ideológicos y de principios. Eso no es propio de un estadista.
Carlos A. Lozano Guillén
Bogotá D.C. 9 de agosto de 2009
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