Con profundo dolor recibo la información del fallecimiento del querido camarada y entrañable amigo Rubén Darío Maldonado Ospina, a quien conocí hace casi 35 años en las filas de la Juventud Comunista en nuestra común natal ciudad de Ibagué, capital del Tolima.
Ambos estudiamos en el histórico colegio San Simón, donde también los dos encontramos a la Juventud Comunista; desde entonces nos vinculamos a la militancia revolucionaria sin temores ni claudicaciones. Rubén Darío fue estudiante de la Universidad del Tolima en una época agitada, de fervor revolucionario, en medio de tenaz lucha ideológica contra los oportunismos de derecha y de izquierda. Nunca le conocí la menor vacilación, ni siquiera en los tiempos de la perestroika y del derrumbe soviético, agregados a la guerra sucia contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista. Nada fue suficiente para que Rubén Darío Maldonado tomara el camino de la deserción comunista, el mismo que siguieron otros con relativa facilidad. Maldonado no tuvo la menor fragilidad ideológica.
Se convirtió en destacado dirigente del SENA. Fue presidente del Sindicato Nacional. En esa posición se mantuvo hasta que llegó la prematura pensión, ya agobiado por una fatal enfermedad renal que le produjo la muerte el miércoles 5 de agosto, a las 6:30 a.m., después de un trasplante de riñón que no resistió.
Ni siquiera la enfermedad que lo aquejó tantos años lo distanció de la militancia comunista. Siempre estuvo ahí, sufriendo los quebrantos de salud, pero con su permanente sonrisa bonachona y optimista. Lo encontré hace pocos días en la sede del Partido Comunista en Bogotá. Intercambiamos unas breves palabras, me preguntó de la campaña electoral y del buen suceso de mi absolución en la fiscalía. Me comentó que estaba estable en su salud, no me dijo nada de su operación de trasplante, tal vez, porque sabía que quedaría preocupado y mortificado. Mucho significó en nuestras vidas el camino común de más de 35 años juntos en la militancia comunista. Recuerdo, porque tenía yo unos años más que Rubén tanto de edad como de militancia en la JUCO, que fui de los primeros dirigentes que atendí el nuevo centro de militantes con Rubén a la cabeza en San Simón en la ciudad de Ibagué. Desde entonces tuve la percepción que Rubén sería ejemplar y muy buen militante. No me equivoqué, fue de los mejores. Deja profunda huella en el SENA por su comportamiento ejemplar y quienes lo conocimos a profundidad siempre admiramos su modestia, su capacidad y su recia personalidad, suficiente hasta para enfrentar con estoicismo la agresiva enfermedad.
Carlos A. Lozano Guillén
5 de agosto de 2009
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Ambos estudiamos en el histórico colegio San Simón, donde también los dos encontramos a la Juventud Comunista; desde entonces nos vinculamos a la militancia revolucionaria sin temores ni claudicaciones. Rubén Darío fue estudiante de la Universidad del Tolima en una época agitada, de fervor revolucionario, en medio de tenaz lucha ideológica contra los oportunismos de derecha y de izquierda. Nunca le conocí la menor vacilación, ni siquiera en los tiempos de la perestroika y del derrumbe soviético, agregados a la guerra sucia contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista. Nada fue suficiente para que Rubén Darío Maldonado tomara el camino de la deserción comunista, el mismo que siguieron otros con relativa facilidad. Maldonado no tuvo la menor fragilidad ideológica.
Se convirtió en destacado dirigente del SENA. Fue presidente del Sindicato Nacional. En esa posición se mantuvo hasta que llegó la prematura pensión, ya agobiado por una fatal enfermedad renal que le produjo la muerte el miércoles 5 de agosto, a las 6:30 a.m., después de un trasplante de riñón que no resistió.
Ni siquiera la enfermedad que lo aquejó tantos años lo distanció de la militancia comunista. Siempre estuvo ahí, sufriendo los quebrantos de salud, pero con su permanente sonrisa bonachona y optimista. Lo encontré hace pocos días en la sede del Partido Comunista en Bogotá. Intercambiamos unas breves palabras, me preguntó de la campaña electoral y del buen suceso de mi absolución en la fiscalía. Me comentó que estaba estable en su salud, no me dijo nada de su operación de trasplante, tal vez, porque sabía que quedaría preocupado y mortificado. Mucho significó en nuestras vidas el camino común de más de 35 años juntos en la militancia comunista. Recuerdo, porque tenía yo unos años más que Rubén tanto de edad como de militancia en la JUCO, que fui de los primeros dirigentes que atendí el nuevo centro de militantes con Rubén a la cabeza en San Simón en la ciudad de Ibagué. Desde entonces tuve la percepción que Rubén sería ejemplar y muy buen militante. No me equivoqué, fue de los mejores. Deja profunda huella en el SENA por su comportamiento ejemplar y quienes lo conocimos a profundidad siempre admiramos su modestia, su capacidad y su recia personalidad, suficiente hasta para enfrentar con estoicismo la agresiva enfermedad.
Carlos A. Lozano Guillén
5 de agosto de 2009
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