lunes, 4 de agosto de 2008

Intermediarios de paz: ¿héroes o villanos?


D'Artagnan

Son personajes que toda la vida han luchado por la paz y a quienes algunos suelen acusar de estar al servicio de la guerrilla -y específicamente de las Farc, lo que no deja de ser una injusticia-. Y, en consecuencia, son nombres que generan reacciones y polémicas pero que -mal que bien- se han consagrado a una misión pacífica y en tal condición no siempre han sido comprendidos en su papel de mediadores, labor difícil y de por sí ingrata.


Aludo a nombres muy controvertibles pero que han tenido un importante papel en este campo, por más reparos que les pongan. Me refiero a figuras como el ex ministro Álvaro Leyva Durán, cuyos viejos contactos con las Farc fueron durante mucho tiempo tradicionales hasta el extremo de que tenía un teléfono que le permitía hacer contacto directo con 'Tirofijo'. La verdad, ese contacto siempre fue fecundo y efectivo. A mí al menos me permitió tener comunicación con Jacobo Arenas, quien por entonces, en pleno vigor de la llamada 'combinación de las formas de lucha', llegó a cumplir el papel de 'secretario político' enviado por el Partido Comunista desde el nacimiento de las Farc. Arenas era un igual jerárquico de 'Marulanda', muy vinculado a la guerrilla liberal de los años 50 en el departamento de Santander, y fue un viejo intelectualmente riguroso y espléndido, así hoy me capen por decir eso.


Oficio semejante es el que recientemente cumplió, a su manera, Piedad Córdoba, al igual que Carlos Lozano, director del periódico Voz, aunque en circunstancias diferentes. Piedad Córdoba toda la vida fue una espléndida política y Lozano, un periodista proselitista. El papel de Álvaro Leyva era peculiar por los contactos que mantenía con núcleos subversivos a nivel personal, como fue también el caso del abogado Guido Parra, fallecido el 31 de enero de 1993, quien trató de mediar entre Pablo Escobar y el gobierno de César Gaviria.


Ya no como mediadores sino como negociadores, sería difícil dejar de mencionar, en orden cronológico, los roles desempeñados por John Agudelo Ríos y Otto Morales Benítez, quienes, al frente de la Comisión de Paz durante el gobierno de Belisario Betancur, nos ayudaron a los colombianos a dimensionar el valor de una paz esquiva que, pese a las frustraciones y fracasos que ha traído consigo, hoy sigue siendo la meta final de todos, incluidos aquellos partidarios de las soluciones de fuerza.


Cómo no mencionar a Horacio Serpa, quien desde sus tiempos como Procurador General de la Nación puso en los titulares el tema del paramilitarismo, pues se dio cuenta de lo que se nos venía pierna arriba, por haber sido testigo de primera mano del surgimiento del fenómeno en la zona del Magdalena Medio. Y luego, ya como negociador durante el cuatrienio Gaviria, se echó sobre sus espaldas la responsabilidad de las conversaciones de Tlaxcala y Caracas con la por entonces coordinadora guerrillera, que agrupaba a los diferentes grupos armados. Un papel similar, en cuanto a frustraciones se refiere, le correspondió desempeñar a Camilo Gómez, a quien le tocó 'bailar con la más fea' en el sentido de que jamás ningún gobierno había llegado tan lejos en concesiones para la guerrilla. De acuerdo, fue un fiasco; pero al menos ahora sí sabemos cuáles son las consecuencias que acarrea dejar que pelechen las zonas desmilitarizadas.


Y sí, algunos dirán que de tales experiencias no resultó nada distinto a más carga para la canasta de los fracasos nacionales, pero también se derivaron lecciones que han servido o servirán, pues no se olvide que la historia es esa señora seria que, con el paso del tiempo, puede llegar a convertir las cosas más nimias en hechos capitales, o viceversa.


Por regla general, en los tiempos que corren, la gente no suele perdonarles nada a los arriba mencionados. Pero tampoco se pueden borrar sus trayectorias con ligereza y facilismo, porque tal cosa sería injusta con ellos, cada uno según su entorno y circunstancias. Y quién sabe si continúen siendo personajes claves en procesos de paz, ya que fueron contactos que se lograron cocinar dispendiosamente y no de la noche a la mañana.


D'Artagnan


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