El sábado 14 de noviembre, a la 1 y 30 p.m., estando en la cafetería de la Universidad Santiago de Cali, recibí una llamada telefónica, vía celular, de la senadora Piedad Córdoba, quien se encontraba en el centro de la capital vallecaucana, en un almuerzo con las delegaciones extranjeras en el Encuentro, para solicitarme me acercara al Colegio Panamericano, al lado de la Universidad, donde estaba la villa que albergaba a más de tres mil participantes en el importante evento, porque según le había reportado un dirigente estudiantil había una situación tensa y complicada.
De inmediato me trasladé al lugar, en compañía del doctor Athemay Sterling del Comité Permanente de los Derechos Humanos en Cali y del dirigente sindical, Alberto Vanegas, responsable de derechos humanos de la CUT. Allí fuimos informados por la Guardia Indígena y dirigentes estudiantiles, que tres agentes del DAS, identificados a posteriori, habían tratado de llevarse a la fuerza a uno de los participantes en el Encuentro. Quisieron introducirlo en un taxi y los individuos no portaban ningún distintivo ni exhibieron orden de captura o explicaron la razón del procedimiento. La situación desató la reacción de centenares de delegados allí presentes, porque creyeron que se trataba de una acción ilegal para desaparecer o asesinar al activista.
En consecuencia, como los ánimos estaban caldeados, le planteamos a los delegados que nos dejaran manejar el asunto en colaboración con la Guardia Indígena. Procedimos a comunicarnos con la Defensoría del Pueblo, la Alcaldía de Cali y la Personería, solicitando su presencia para entregar los tres agentes del DAS. Unas delegadas españolas les proporcionaron agua y alimentos a los tres detectives ya identificados. A cada uno de ellos les dijimos que recogieran y guardaran en una bolsa sus pertenecías personales y los objetos que habían sido depositados en el suelo, de manera ordenada, después de la requisa que les practicaron la Guardia Indígena y los delegados que los retuvieron. Las armas de los detectives se las entregamos a un miembro de la Guardia Indígena para que las entregara a la autoridad que los recibiera. Tan pronto llegó la señora personera de Cali, salimos bajo la protección de la Guardia Indígena y en compañía de un funcionario de la Alcaldía de Cali, para hacer la entrega de los tres detectives y de sus pertenencias, incluyendo las armas de dotación que estaban bajo el cuidado de un integrante de la Guardia Indígena. Todo fue entregado y en ningún momento los detectives reclamaron por la pérdida de alguna de sus pertenencias.
En ningún momento, los detectives nos explicaron la razón de su presencia allí y menos que se debiera al motivo de la captura de persona alguna ni vimos la orden de captura entre los elementos que ellos portaban.
En lo personal, considero que fue un acto imprudente, irresponsable y provocador. No me parecen convincentes las explicaciones del Director del DAS, señor Felipe Muñoz, por lo demás, porque este organismo no me merece la más mínima credibilidad después de los escándalos recientes en que ha estado involucrado. Muñoz debe más bien responder y explicar por qué se adelantó ese operativo provocador en la villa que albergaba a los delegados al Encuentro Internacional y Nacional del Intercambio Humanitario y la Paz. Por cierto, no es la primera vez que el DAS trata de torpedear este tipo de eventos humanitarios y democráticos. En lugar de agredir de manera verbal a la senadora Piedad Córdoba, personalidad destacada, dedicada a las causas nobles y humanitarias y demócrata integral, el Director del DAS debe explicar de forma cierta el procedimiento de sus agentes enviados desde Bogotá y comprometidos en este operativo provocador.
En cuanto a las alusiones groseras contra la senadora Piedad de parte de Andrés Felipe Arias, no vale la pena abrir un debate con este señor que no tiene ninguna autoridad ética, porque él tendrá que responder ante los estrados judiciales por el escándalo de corrupción de Agro Ingreso Seguro que lo salpica.
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