Editorial de la edición 2516 de VOZ 4 al 10 de noviembre de 2009
Con el pomposo nombre de “Pacto Social Agrario” se reunió en los últimos días de septiembre, en Melgar, principal centro turístico del departamento del Tolima, un grupo de hacendados y latifundistas, a instancias de José Obdulio Gaviria, la eminencia gris del régimen uribista. Fue casi la repetición del Pacto de Chicoral, también en el Tolima, en el gobierno de Misael Pastrana Borrero, mediante el cual con el acompañamiento de grandes agricultores y ganaderos el último gobierno del Frente Nacional le dio el puntillazo final a la tímida reforma agraria de Carlos Lleras Restrepo, muy lejos de ser una reforma democrática porque lo redujo a una compra y venta de tierra, pero por fuera de la frontera agrícola y sin tocar para nada la excesiva concentración sobre la tierra.
La convocatoria de José Obdulio a la cual pretende vincular a unos pocos campesinos atraídos por la demagógica prédica uribista, está en la línea de la creación de una central de trabajadores y de meterse en el movimiento social, porque es obvio que en el Gobierno hay preocupación y nerviosismo por el incremento de la lucha de masas y la movilización popular. Es un proyecto de largo aliento, que sobrepasa la meta del próximo Gobierno, porque en la mente de Gaviria está el cálculo de que Uribe Vélez y sus elegidos llegaron para quedarse con la torta del poder para siempre. Con la cantaleta de reelegir la “seguridad democrática”, sus mentores quieren perpetuarse para seguir cometiendo los atropellos conocidos y los raponazos al erario público.
Desde luego, la “nueva central sindical”, como los ricos del campo reunidos en el “veraniadero” de Melgar, no hablaron para nada de Agro Ingreso Seguro, de las groseras donaciones y subsidios a los ricos que financiaron las campañas de Uribe Vélez y mucho menos de la exagerada concentración sobre la tierra y de la cada vez más influencia del capital financiero y las transnacionales en la economía colombiana. Mucho menos se interesaron por la concentración de la riqueza en pocos grupos económicos y familias privilegiadas, ni en el desempleo y en el incremento de la pobreza y la indigencia. Colombia está en la olla, pero eso no les importa a los poderosos amigos de José Obdulio que detentan el poder, enceguecidos por la guerra y el desprecio a los sectores populares.
En contraste, en Colombia, los problemas sociales acumulados están motivando y estimulando la lucha social. Las recientes movilizaciones de los educadores, los trabajadores en dos jornadas sucesivas, la marcha indígena y la masiva protesta estudiantil en defensa de la Universidad pública, están anunciando próximos estallidos sociales contra la ignominia, la indecencia y la arbitrariedad en las alturas del poder. No hay antecedentes iguales en la magnitud de la corrupción del Gobierno Nacional. Y eso es mucho decir en un país en que la clase dominante es corrupta y violenta para mantenerse en el poder.
Los estudiantes están en la calle porque no soportan el plan uribista de asfixiar la Universidad pública para privatizarla. Mientras para la guerra se destina el 25 por ciento del Presupuesto Nacional y les entregan siete bases militares a los gringos con millonaria inversión en dólares, la Universidad apenas muerde menos del cinco por ciento del Presupuesto en medio de la indolencia de Uribe Vélez y su pandilla. A la salud pública le va muy mal también. Son las realidades de un régimen fanático, antidemocrático e insensible ante las necesidades de la sociedad, en particular de los más humildes.
Es imperiosa la acción social y popular. Unir los esfuerzos de los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, las mujeres y los jóvenes en el torrente de la unidad de acción, contra la guerra, en defensa de la soberanía nacional, por la educación y la salud pública, por los derechos de las mujeres y los jóvenes. Unidos hacemos mayoría, no sólo para enfrentar la reelección uribista sino también para promover los cambios hacia un nuevo poder democrático y popular, que concrete la solución política negociada del conflicto y soluciones sociales a las acuciantes necesidades del pueblo colombiano. En esta realidad es que debe beber el Polo Democrático Alternativo, la izquierda, el movimiento sindical y popular que está en ascenso en el país. ¡A luchar sin pausa y sin vacilaciones!
La convocatoria de José Obdulio a la cual pretende vincular a unos pocos campesinos atraídos por la demagógica prédica uribista, está en la línea de la creación de una central de trabajadores y de meterse en el movimiento social, porque es obvio que en el Gobierno hay preocupación y nerviosismo por el incremento de la lucha de masas y la movilización popular. Es un proyecto de largo aliento, que sobrepasa la meta del próximo Gobierno, porque en la mente de Gaviria está el cálculo de que Uribe Vélez y sus elegidos llegaron para quedarse con la torta del poder para siempre. Con la cantaleta de reelegir la “seguridad democrática”, sus mentores quieren perpetuarse para seguir cometiendo los atropellos conocidos y los raponazos al erario público.
Desde luego, la “nueva central sindical”, como los ricos del campo reunidos en el “veraniadero” de Melgar, no hablaron para nada de Agro Ingreso Seguro, de las groseras donaciones y subsidios a los ricos que financiaron las campañas de Uribe Vélez y mucho menos de la exagerada concentración sobre la tierra y de la cada vez más influencia del capital financiero y las transnacionales en la economía colombiana. Mucho menos se interesaron por la concentración de la riqueza en pocos grupos económicos y familias privilegiadas, ni en el desempleo y en el incremento de la pobreza y la indigencia. Colombia está en la olla, pero eso no les importa a los poderosos amigos de José Obdulio que detentan el poder, enceguecidos por la guerra y el desprecio a los sectores populares.
En contraste, en Colombia, los problemas sociales acumulados están motivando y estimulando la lucha social. Las recientes movilizaciones de los educadores, los trabajadores en dos jornadas sucesivas, la marcha indígena y la masiva protesta estudiantil en defensa de la Universidad pública, están anunciando próximos estallidos sociales contra la ignominia, la indecencia y la arbitrariedad en las alturas del poder. No hay antecedentes iguales en la magnitud de la corrupción del Gobierno Nacional. Y eso es mucho decir en un país en que la clase dominante es corrupta y violenta para mantenerse en el poder.
Los estudiantes están en la calle porque no soportan el plan uribista de asfixiar la Universidad pública para privatizarla. Mientras para la guerra se destina el 25 por ciento del Presupuesto Nacional y les entregan siete bases militares a los gringos con millonaria inversión en dólares, la Universidad apenas muerde menos del cinco por ciento del Presupuesto en medio de la indolencia de Uribe Vélez y su pandilla. A la salud pública le va muy mal también. Son las realidades de un régimen fanático, antidemocrático e insensible ante las necesidades de la sociedad, en particular de los más humildes.
Es imperiosa la acción social y popular. Unir los esfuerzos de los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, las mujeres y los jóvenes en el torrente de la unidad de acción, contra la guerra, en defensa de la soberanía nacional, por la educación y la salud pública, por los derechos de las mujeres y los jóvenes. Unidos hacemos mayoría, no sólo para enfrentar la reelección uribista sino también para promover los cambios hacia un nuevo poder democrático y popular, que concrete la solución política negociada del conflicto y soluciones sociales a las acuciantes necesidades del pueblo colombiano. En esta realidad es que debe beber el Polo Democrático Alternativo, la izquierda, el movimiento sindical y popular que está en ascenso en el país. ¡A luchar sin pausa y sin vacilaciones!
Volver a la página principal
No hay comentarios:
Publicar un comentario