Por: Carlos A. Lozano Guillén
Aunque el Gobierno Nacional y los principales voceros uribistas se apresuraron a desmentir con infundios el informe de la Corporación Arco Iris sobre el fracaso de la “seguridad democrática”, después que el embajador William Brownfield, como un virrey, advirtió que existían avances en ella pero que era indispensable introducirle modificaciones, el presidente Uribe Vélez anunció medidas al menos para el caso de las ciudades a fin de enfrentar la llamada violencia urbana.
Roma locuta causa finita. Habló el virrey y de inmediato el vasallo, en la “Casa de Nari”, anunció las medidas para fortalecer la seguridad en las ciudades, en donde se aumentan la tasa de homicidios de manera vertiginosa, como también todo tipo de delitos. Pero le quedó debiendo al amo las modificaciones en la columna vertebral de la política militarista y represiva en los últimos siete años, que es lo que menos le preocupa al representante del imperio en Bogotá.
La “violencia urbana” obedece a razones sociales profundas y al desbaratado tejido social en las grandes ciudades colombianas, que no puede resolverse con simples medidas de la “seguridad democrática” de corte militarista y represivo. Es el tratamiento policiaco y de orden público de las consecuencias de la pobreza y de la desigualdad social. Si algo es evidente, aunque el uribismo no lo reconoce, es que la pobreza se extendió en las ciudades, en particular la indigencia. En Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cartagena y Cali, por ejemplo, hay barrios en condiciones subnormales, sin servicios públicos domiciliarios ni vías de comunicación, en donde sus habitantes, si acaso, tienen la posibilidad de un sólo “golpe” diario. Y son bastantes los cinturones de miseria.
Da risa que estos “cagatintas” de la “gran prensa”, como los llamaba el inolvidable Gilberto Vieira, se dediquen a despotricar contra Venezuela por la escasez de agua y de luz, mientras millones de colombianos no conocen ese lujo. También da risa y rabia, en combinación dialéctica de sentimientos encontrados, que Uribe Vélez pretenda resolver la “violencia urbana” a través de medidas policivas e ilegales como el reclutamiento especial y forzoso de los jóvenes “susceptibles de convertirse en delincuentes, el aumento del pie de fuerza de la policía y la creación, nada novedosa, de redes de informantes o de “sapos” al servicio de los organismos de inteligencia del Estado.
¡Medidas absurdas!, como si con ellas se mitigara la pobreza y la tremenda desigualdad. El “reclutamiento especial” para confinar a los jóvenes “aspirantes a delincuentes” en centros de estudio especial, tiene tufo a campos de concentración, muy propio al uribismo totalitario y fascistoide.
Edición Voz 2521
carloslozanogui@etb.net.co
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