martes, 13 de julio de 2010

El regreso de McCarthy

Joseph Raymond McCarthy


Por: Carlos A. Lozano Guillén

Mirador Edición 2548 VOZ - Semana del 7 de julio al 13 de julio 2010

Hace pocos días se conoció que en Polonia, ex país socialista, se está estudiando prohibir los símbolos comunistas, entre ellos la célebre hoz y el martillo, que en su significado tradicional expresa la férrea unidad de la clase obrera y los campesinos en la construcción del socialismo. No es un signo de violencia o de exclusión, sino de creatividad en la construcción de una nueva sociedad poscapitalista en que los protagonistas son los obreros y los campesinos, con otras capas importantes de la vida social.

Algo similar ocurrió en Rumania, Hungría y otros países ex socialistas, presionados por la necesidad de ser aceptados en la Unión Europea y de reconciliarse con el capitalismo después del derrumbe del muro de Berlín. Es un anticomunismo de nuevo cuño en los países que transitaron la experiencia socialista, cuyo derrumbe marcó un hito en la historia de finales del siglo pasado.

Es la prolongación del viejo anticomunismo, que tuvo su peor momento, quizás, en la época del llamado macarthismo, entre 1947 y 1957, en plena efervescencia de la guerra fría, cuando el senador republicano por el Estado de Wisconsin, Joseph Raymond McCarthy, se dedicó a señalar de agentes soviéticos o simpatizantes anticomunistas a toda persona que discrepara de la política exterior estadounidense o que en su país ejerciera la oposición al guerrerismo yanqui propio de la segunda posguerra.

Inclusive, en la República Federal de Alemania, en la década de los setenta, en plena contradicción con la República Democrática Alemana (RDA), se practicó el “Berusferbote”, que era la discriminación laboral a los jóvenes profesionales u obreros sindicados de ser simpatizantes del socialismo o militantes comunistas. Así que está onda anticomunista del siglo XXI, un anacronismo del capitalismo, no es tan nueva como se quiere presentar, por quienes la muestran como el resultado del derrumbe soviético y el “fracaso del socialismo real”.

El anticomunismo en cualquier circunstancia no es sólo expresión de sectarismo, sino sobre todo de antidemocracia. Con este argumento se adelantó el exterminio de los comunistas y socialistas por Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Oliveira Salazar en Portugal, los militares en Grecia y Francisco Franco en España, para citar algunos casos. Es lo que parecen ignorar los gobiernos europeos que promueven la persecución al comunismo. Desnuda la hipocresía de la democracia burguesa europea a lo largo y ancho del viejo continente. En el fondo es la revancha del capital que considera que el comunismo es un “error de la historia” que se debe corregir a como dé lugar. ¡Qué no vengan a darnos lecciones de democracia!

carloslozanogui@etb.net.co

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