*Carlos A. Lozano Guillén
El 7 de enero pasado se cumplieron 10 años del comienzo de los diálogos del Caguán, el último intento por lograr la solución política negociada del conflicto colombiano. Los diálogos duraron hasta el 20 de febrero de 2002, rotos por Pastrana so pretexto del secuestro de un avión de Aires, cerca de la zona de distensión, en el que viajaba el senador Jorge Gechem Turbay, quien recobró su libertad hace un año por decisión unilateral del Secretariado de las FARC.
Muchos análisis y artículos de prensa fueron publicados sobre el importante acontecimiento, aunque dedicados a encontrar las razones por las cuales Manuel Marulanda no participó en la ceremonia de apertura de los diálogos en San Vicente del Caguán como sí lo hizo el presidente Pastrana. Es el episodio de la “silla vacía”. Sin embargo, no hubo análisis de fondo sobre las implicaciones y el significado de los tres años de diálogo en una zona de distensión de 42.000 kilómetros cuadrados.
El proceso del Caguán empezó en medio de dificultades y no sólo por la “silla vacía”. Casi al tiempo, en Washington, se anunció el Plan Colombia, que el Gobierno Nacional lo presentó como instrumento de represión al narcotráfico, pero que en realidad como nunca lo ocultó la Casa Blanca el propósito era la lucha contrainsurgente y el fortalecimiento bélico del Estado colombiano. Fue la llamada reingeniería militar que heredó para su plan guerrerista el Gobierno de Uribe Vélez. Ello fue un factor de desconfianza y de recelo de la guerrilla, que se dedicó a lo mismo.
Al tiempo que los diálogos se adelantaban en medio de la guerra y sin ningún acuerdo previo para disminuir la intensidad del conflicto, desde el Establecimiento no hubo el apoyo suficiente al esfuerzo de Pastrana de abrir una posibilidad para la paz. El legendario guerrillero Manuel Marulanda, fallecido el año pasado, lo dijo en algún momento: “Dejaron sólo al presidente Pastrana, ni siquiera su Partido Conservador le da pleno apoyo”, para no hablar de la cúpula militar que se dedicó a torpedear el proceso.
A pesar de los errores del Gobierno y de la guerrilla hubo importantes avances como la agenda común, el documento de “los notables”, el Acuerdo de Los Pozos, el Acuerdo de San Francisco de la Sombra y las audiencias públicas, entre otros, que fueron desaprovechados, porque Pastrana no logró convencer al Establecimiento y a los gringos de entrar a negociar la agenda común. En ese momento el diálogo quedó a la deriva, sin hoja de ruta y sin el objetivo concreto de pactar los acuerdos de paz. Es una experiencia no tan negativa como la quieren presentar hoy los nostálgicos de la guerra y de la barbarie.
carloslozanogui@etb.net.co
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El 7 de enero pasado se cumplieron 10 años del comienzo de los diálogos del Caguán, el último intento por lograr la solución política negociada del conflicto colombiano. Los diálogos duraron hasta el 20 de febrero de 2002, rotos por Pastrana so pretexto del secuestro de un avión de Aires, cerca de la zona de distensión, en el que viajaba el senador Jorge Gechem Turbay, quien recobró su libertad hace un año por decisión unilateral del Secretariado de las FARC.
Muchos análisis y artículos de prensa fueron publicados sobre el importante acontecimiento, aunque dedicados a encontrar las razones por las cuales Manuel Marulanda no participó en la ceremonia de apertura de los diálogos en San Vicente del Caguán como sí lo hizo el presidente Pastrana. Es el episodio de la “silla vacía”. Sin embargo, no hubo análisis de fondo sobre las implicaciones y el significado de los tres años de diálogo en una zona de distensión de 42.000 kilómetros cuadrados.
El proceso del Caguán empezó en medio de dificultades y no sólo por la “silla vacía”. Casi al tiempo, en Washington, se anunció el Plan Colombia, que el Gobierno Nacional lo presentó como instrumento de represión al narcotráfico, pero que en realidad como nunca lo ocultó la Casa Blanca el propósito era la lucha contrainsurgente y el fortalecimiento bélico del Estado colombiano. Fue la llamada reingeniería militar que heredó para su plan guerrerista el Gobierno de Uribe Vélez. Ello fue un factor de desconfianza y de recelo de la guerrilla, que se dedicó a lo mismo.
Al tiempo que los diálogos se adelantaban en medio de la guerra y sin ningún acuerdo previo para disminuir la intensidad del conflicto, desde el Establecimiento no hubo el apoyo suficiente al esfuerzo de Pastrana de abrir una posibilidad para la paz. El legendario guerrillero Manuel Marulanda, fallecido el año pasado, lo dijo en algún momento: “Dejaron sólo al presidente Pastrana, ni siquiera su Partido Conservador le da pleno apoyo”, para no hablar de la cúpula militar que se dedicó a torpedear el proceso.
A pesar de los errores del Gobierno y de la guerrilla hubo importantes avances como la agenda común, el documento de “los notables”, el Acuerdo de Los Pozos, el Acuerdo de San Francisco de la Sombra y las audiencias públicas, entre otros, que fueron desaprovechados, porque Pastrana no logró convencer al Establecimiento y a los gringos de entrar a negociar la agenda común. En ese momento el diálogo quedó a la deriva, sin hoja de ruta y sin el objetivo concreto de pactar los acuerdos de paz. Es una experiencia no tan negativa como la quieren presentar hoy los nostálgicos de la guerra y de la barbarie.
carloslozanogui@etb.net.co
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1 comentario:
LA ZONA DE DESPEJE DE SAN VICENTE DEL CAGUAN FUE UN IMPORTANTE EJERCICIO DEMOCRATICO Y DE PAZ, LASTIMOSAMENTE TUVO MUCHOS OPOSITORES, ESTOS QUE NO QUIEREN LA PAZ PORQUE SE LUCRAN DE LA GUERRA.
TENEMOS AL CAGUAN EN OPOSICION A RALITO EL CUAl SI FUE TODO UN CIRCO DEL CUAL NO SALIO NADA YA QUE SEGUIMOS IGUAL O PEOR, LLENOS DE PARAS.
SALUDOS.
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