miércoles, 14 de enero de 2009

Patricia Ariza


*Carlos A. Lozano Guillén

La extraordinaria actriz y directora de teatro, Patricia Ariza, está siendo investigada por la Unidad Contra el Terrorismo de la Fiscalía General de la Nación, dizque por ser miembro del PC3, antigua nadaista y poeta y por otras falaces acusaciones que la colocan como integrante de una “peligrosa red subversiva”. En estos tiempos de cacería de brujas del uribismo, todo es posible, hasta que Patricia Ariza, mujer del mundo de la cultura y promotora de cuanta iniciativa de paz hay en el país, resulte, a la postre, una peligrosa terrorista porque al régimen fascistoide se le dio la gana.

En la misma condición hay muchos colombianos, también luchadores por la paz, intelectuales “caguaneros”, como les dice de forma peyorativa José Obdulio, que asumieron el compromiso de buscar salidas pacíficas y políticas del conflicto. Por no estar de acuerdo con la política guerrerista del Gobierno son tratados como “enemigos” y “aliados del terrorismo”, es el viejo expediente que le costó el gobierno a los republicanos, porque a la bestia de George W. Bush se le antojó que todo aquel que no estuviera con él en la “guerra contra el terrorismo” era un aliado de Ben Laden y sería tratado como tal. El resultado fueron los atropellos en Abu Grahu, las torturas en Guantánamo y la cacería de brujas en todas las latitudes contra un enemigo invisible, pero que toma cuerpo cuando las acusaciones se dirigen hacia los luchadores sociales y de la izquierda.

Pero el caso de Patricia inquieta, porque rompe el límite de la esfera cultural en la cual las parábolas de la vida se reflejan de manera elegante y hermosa a través del arte y la genialidad. Patricia ha hecho teatro toda su vida y ha recibido por ello numerosos reconocimientos en el país y en el exterior. En el ciberespacio está circulando una carta de solidaridad, suscrita por intelectuales de todo el planeta. Eso no es poca cosa. La advertencia es que ¡no toquen la cultura! En un país en que el régimen se acostumbró a ejercer el poder mediante la violencia y sin ningún límite en el desafuero de liquidar la lucha popular y el pensamiento progresista.

No es la primera vez que ocurre. Rafael Núñez con la “ley de los caballos” y Julio César Turbay Ayala con el “estatuto de seguridad”, tiranuelos inspiradores de la “seguridad democrática”, también llevaron a la cárcel a intelectuales y artistas, confinados en las caballerizas militares de Usaquén donde varios de ellos fueron torturados. García Márquez, entrañable amigo de Uribe Vélez, fue perseguido de Turbay Ayala y tuvo que salir huyendo a México para evitar ser detenido. El procedimiento se repite una y otra vez, también inspirado por aquel general español que exclamó con rabia: “Siempre que escucho la palabra cultura le echo mano a mi pistola”.

carloslozanogui@etb.net.com

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