miércoles, 2 de junio de 2010

Acuerdo político por la democracia

Foto: Andrea Moreno - EL TIEMPO

Editorial de VOZ edición 2543 2 al 8 de junio de 2010

Gracias a las gabelas del poder mafioso del uribismo, del fraude, la compra de votos, la intimidación paramilitar y de otras aberraciones clientelistas, incluyendo la guerra sucia publicitaria al estilo de JJ Rendón, Juan Manuel Santos, candidato del uribismo y por ende del Gobierno Nacional, ganó las elecciones del 30 de mayo, sobrado y de lejos del segundo más votado que fue el candidato verde, Antanas Mockus.

Las empresas encuestadoras y la “gran prensa” habían urdido la campaña publicitaria y mediática a través de las encuestas, para polarizar la contienda electoral en sólo dos opciones, excluyendo a la izquierda, representada en Gustavo Petro, candidato del Polo Democrático Alternativo. Y a fe que lo lograron. Santos y Mockus llegaron hasta el empate técnico en la encuestas de la semana anterior a las elecciones y en sólo ocho días cambiaron radicalmente, hasta el punto que Santos dobló a su “principal y único contrincante” aunque no le alcanzaron los votos para evitar la segunda vuelta.

Antanas Mockus no creyó que era una maniobra de los que pretenden ganar a como dé lugar y de cualquier manera, porque más bien se embriagó de soberbia y arremetió contra el Polo Democrático Alternativo, mientras llenaba de elogios a Álvaro Uribe Vélez.

La realidad de los resultados del 30 de mayo los hizo aterrizar. En la noche, la masa verde enardecida en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, prefirió agitar las consignas contra los “falsos positivos”, la corrupción y otras aberraciones que campean en el Gobierno Nacional. Los simpatizantes de Mockus se radicalizaron, hasta el punto que Antanas también hizo un enérgico discurso, llamando a la unidad y confrontando al candidato del oficialismo. Entendió, de alguna manera, cuál es el mejor camino. Ojalá también lo hayan entendido el resto de los tenores y asesores.

Mockus no es una alternativa popular y menos de izquierda, aunque no representa el continuismo uribista, que se soporta en la violencia del Estado y en el narcoparamilitarismo. Es una versión más decente, aunque influido de algunas posiciones que necesariamente tendrá que decantar hacia la segunda vuelta presidencial.

La izquierda que tuvo un desempeño digno, con cerca del 10 por ciento de la votación, no puede marginarse de influir en la decisión final y menos aún de asistir pasiva a la reelección del uribismo sin Uribe. Santos representa todo lo malo y perverso de los últimos ocho años en las alturas del poder y en la política nacional. Elegir a Santos es reelegir los crímenes de lesa humanidad llamados “falsos positivos”, la empresa criminal del DAS, la corrupción en las alturas del poder que como nunca hizo estragos en la economía nacional, la guerra perpetua, la penalización de la lucha social y la criminalización de la oposición política y sindical, así como la guerra sucia y el exterminio de los opositores y críticos. No podemos caer en el error de creer que los dos candidatos son lo mismo. Mockus no representa un cambio democrático avanzado, pero no es igual al continuismo uribista cada vez más lumpenizado.

Aunque el Polo Democrático Alternativo a la hora de escribir esta nota editorial no había adoptado una decisión al respecto, desde estas páginas del semanario VOZ nos atrevemos a proponer que el PDA lance la iniciativa de un acuerdo político por la democracia y el cambio, incluyendo a las fuerzas de la oposición y sectores sociales, capaces de cerrarle el paso al peligro de Santos en el Gobierno, heredero de las mañas y prácticas de Uribe Vélez. Un acuerdo político que abra caminos de paz, de soberanía nacional, de una política exterior independiente y de buenas relaciones de vecindad y de desafíos sociales que tengan que ver con la salud, la educación, la vivienda popular y el medio ambiente, entre otros. Ojalá prime la sensatez no sólo en el Polo, sino en los partidos verde, liberal y sectores sindicales y sociales, para que sembremos el camino de posibilidades democráticas nuevas, favorables a construir una alternativa real de poder, con la fuerza de la izquierda y de los sectores más avanzados del país.

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