lunes, 15 de diciembre de 2008

50 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA


Por: Eduardo Rosero Pantoja

El 1º de enero próximo se cumplirá medio siglo de la Revolución Cubana, hecho que ha quedado marcado con rasgos indelebles en la historia de América y del mundo por tratarse de la primera revolución socialista que ocurre en el hemisferio occidental. Y al decirse revolución no se trata de una asonada tumultuaria para conseguir alguna concesión política, sino de la toma del poder por un grupo de personas de pensamiento de vanguardia, apoyado por la mayor parte del pueblo -el cubano- para iniciar un proceso de profundos cambios en la vida de la nación que tienen que ver con la propiedad de la tierra, la vivienda, la lucha contra el analfabetismo, el atraso cultural del pueblo, la desigualdad social, la dependencia extranjera, la deformación de la economía, en últimas, contra el subdesarrollo, en sus manifestaciones material y mental.

Recuerdo que cuando los revolucionarios barbudos estaban a punto de tomarse el poder, la burguesía de nuestro continente y hasta las revistas gringas alababan ese movimiento en contra la feroz dictadura de Batista, sin detenerse a pensar que esos patriotas podrían aprovechar las condiciones de pobreza y creciente inconformismo para darle un vuelco a la sociedad que, de otro lado, tenía la gran aspiración a la libertad inculcada por José Martí y por la tradición revolucionaria de Antonio Mella y Martínez Villena. Fidel Castro, su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara -entre los 82 expedicionarios del barco Granma- intuían que no iban a arar en el mar, aunque sabían que su lucha no sería nada fácil.

La Revolución que había triunfado en ese enero como un simple movimiento democrático, al poco tiempo se declaró anti-imperialista y luego socialista, al elegir esa vía maestra de desarrollo. Los geopolíticos estadounidenses autores de la concepción del “determinismo geográfico” o sea de la dependencia perpetua de América Latina de su “gran vecino del norte” pasaron por el gran chasco de ver que Cuba no siguió por más tiempo padeciendo el vasallaje más crudo de la región. La fementida “república” había sido hasta entonces sólo fuente de explotación, además de prostíbulo y garito de los Estados Unidos. Que el gobierno revolucionario acabara, de entrada, con esa iniquidad moral fue lo que más nos impresionó a los adolescentes de esa época.

Hay que decir que según los politólogos occidentales las revoluciones socialistas sólo podrían triunfar luego de un cataclismo de carácter universal -como las dos guerras mundiales anteriores- y únicamente si les abriesen paso las bayonetas y los tanques rusos. Sin embargo, en el momento del triunfo de la Revolución, no había ni un solo ruso en la isla. Curiosamente, Cuba de haber sido el último país en independizarse de España (1899) pasó a ser el primer Estado socialista de occidente.

Son más fáciles de interpretar las leyes de naturaleza que las de la historia, por eso resulta necio atribuir la opción de Cuba por el socialismo sólo como consecuencia del boicot estadounidense (boicot que incluye el bloqueo económico, el cordón “sanitario” diplomático, la guerra psicológica, la conspiración permanente y hasta la acción bélica como ocurrió con la invasión a la bahía de Cochinos en 1961). Por absoluto convencimiento de sus dirigentes -y sin descartar la presión de los factores externos- Cuba evolucionó rápidamente hacia el socialismo empezando por la creación de milicias populares y continuando con la nacionalización de las más importantes ramas de la economía: la banca, industria azucarera, refinación del petróleo, minas, trasporte, comunicaciones. Posteriormente se crearon los Comités de Defensa de la Revolución donde los ciudadanos del común cuidan al país, de eventuales saboteadores.

A un mes de estallido de la Revolución, Fidel Castro fue nombrado primer ministro. Él y su equipo gubernamental se dedicaron de lleno a cambiar radicalmente las instituciones y estructuras que habían imperado en la república mediatizada, prácticamente, convertida en un protectorado de los Estados Unidos. La primera reforma importante fue la agraria de la cual se beneficiaron unos 45.000 campesinos que recibieron la tierra expropiada a terratenientes y a las grandes compañías agrícolas, principalmente estadounidenses. De allí el odio y la venganza de los gringos, quienes no se hicieron esperar con bloqueo total. Cuba perdió el derecho de importar hasta una inyección de penicilina de los Estados Unidos, así fuera por la más urgente necesidad.

Con la reforma agraria se desarrolló el sistema de cooperativas que cubrió de manera inmediata el 50 por ciento de los campos de cultivo, mejorando la situación de los trabajadores. La reforma urbana también se hizo realidad desde el comienzo, expropiando a dueños de tres y más casas -de cuya renta vivían parasitariamente- en un país que hasta ahora tiene déficit de vivienda a pesar de los ingentes esfuerzos del gobierno por solucionar esa carencia.

Por la asfixia económica que causa el bloqueo estadounidense y por las dificultades surgidas por la terminación de la ayuda soviética a partir de 1992, Cuba ha tenido que mantener el sistema de racionamiento a través de una libreta que garantiza el suministro de bienes elementales de consumo a la población. Fueron los años 70 y 80 los de mayor ritmo de desarrollo de Cuba en todos los aspectos, llegando sus habitantes a tener un aceptable nivel de vida, todo dentro de parámetros de equidad, independientemente de que por algunos cantos hayan aparecido logreros y elementos que le hagan el esguince a la ley. Los logros de Cuba en cuanto a educación, sanidad pública, deporte, investigación e industrialización, fueron y son hasta ahora indiscutibles, como lo testimonian documentos de la Unesco y otras organizaciones mundiales.

Es notable la solidaridad de Cuba con otros pueblos de América en cuanto a asistencia solidaria con brigadas médicas en Nicaragua, Venezuela, Bolivia y otros países hermanos. Y pesar de todas las dificultades económicas, Cuba no ha suspendido en ningún año las becas a estudiantes pobres de América y, en general, del tercer mundo. El prestigio de Cuba, como nación americana que de primera recobró la dignidad no tiene discusión en ningún ambiente racional del planeta.

No podemos olvidar la proeza que realizó Cuba en los años del llamado período especial , cuando de 1992 a 1994, con sólo 2000 millones de dólares -para 11 millones de habitantes- pudo sostenerse, sin sucumbir, como sociedad socialista. Todos los estudiosos de la economía, hasta los bien intencionados, creían que Cuba no se sostendría sin el suministro del petróleo soviético, sin la ayuda tecnológica y militar, sumados a la falta de compradores a sus productos agrícolas y a la desconfianza de parte de sus acreedores por el no pago oportuno de obligaciones contraídas.

Pero las medidas tomadas por el gobierno cubano como la introducción limitada de la iniciativa privada y el fomento de la inversión extranjera en sectores como el turismo, paliaron la crisis, sin significar todavía un despliegue completo de todas las potencialidades de país. No podemos, por ningún motivo, dejar de tener en cuenta que Cuba es una nación pobre en recursos energéticos y minerales, con excepción del níquel que lo explota eficientemente.

Admiramos a Cuba y su Revolución de dignidad que ha hecho de los cubanos una nación orgullosa, educada, instruida, valiente, digna, solidaria e internacionalista. No tienen razón los enemigos gratuitos de le Revolución Cubana, de alinearse con los gringos al odiar a los cubanos y a sus dirigentes, toda vez que eso es tomarse un duelo que no les corresponde. Antes que ser solidarios con Wall Street (la pirámide bancaria por excelencia) primero debe estar la confraternidad con los pobres del continente, cuya suerte no ha cambiado en más de quinientos años del verdadero cataclismo social causado por la invasión de América por parte de los europeos. Por estas y otras razones sólo podemos decir en su 50 aniversario:


¡VIVA LA REVOLUCIÓN CUBANA!


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