miércoles, 18 de junio de 2008

Respuesta a dos poetas al filo de un parteaguas

He recibido los mensajes de los poetas Juan Manuel Roca y Gabriel Jaime Franco. Entiendo el envío de los mensajes como un llamado a la toma de posición frente al reconocimiento al Festival por parte del Congreso, y no quiero pasar de agache en este debate -si es debate y no camorra-. Partamos de la desprevención y también del hecho que no es un asunto trivial el homenaje por parte del Congreso a una expresión cultural importante para el país como es el Festival de Poesía de Medellín. Me asalta la preocupación, como a todos, -incluido Prometeo- del beneficio, o el maleficio, que pueda ser un reconocimiento del actual Congreso, pero también tengo la costumbre de no ser ladino en mis opiniones: mi criterio es el que sigue frente a este hecho de la cultura colombiana:
La doble connotación: cultural y política del reconocimiento, me invita a mirar el hecho como ciudadano y no como poeta amigo de... o enemigo de... que parece haberse fundado en Colombia bandos poéticos y no corrientes críticas y literarias; resabios del pasado clerical ¿o miserias del presente aldeano de la cultura colombiana? El caso es que el empobrecimiento y la involución intelectual del país y de su inteligencia se hace evidente en la forma de tratar asuntos de la cultura, la literatura, o la política, y ese ya es un signo preocupante ante el cual es necesario superar las posiciones ladinas y enfrentar la diferencia con la argumentación, el diálogo, o la crítica de forma directa, sin las oblicuidades propias del interés individual, o del celo exacerbado ante el reconocimiento colectivo del otro que no somos.
Seamos directos y seamos también de buena fe: digamos que el poeta Juan Manuel está muy preocupado por el destino de la poesía colombiana y ve en el Festival un bien cultural que hay que defender; digamos también que la forma de cuidar el Festival es no convertirlo en instrumento político, ni en “boca de partido”, expresión que le he escuchado al poeta. Estoy en acuerdo total en este punto. Sin embargo, lo que he visto en el nuevo rumbo del Festival es su desdoblamiento en acción política de la cultura, y esto ya es otro asunto; si los poetas no son sensibles a su entorno, y con mayor razón ante el oscuro entorno que habitamos, entonces no se puede esperar de ellos más que anacronismo contemplativo y balbuceo retórico, y este último es hoy profuso.
La cultura es siempre creación poética y por supuesto construcción política. Seamos también de buena fe en reconocer que el Festival es ese doble aporte a la cultura y amerita un reconocimiento de la nación – aunque esta nación, como es hoy, no nos guste- y que ésta puede ser una forma de consolidar el Festival y los demás procesos surgidos de allí, como el Movimiento de artistas, que es ciertamente una propuesta política.
Lo que no se puede aceptar de las afirmaciones del poeta Juan Manuel, y allí no veo buena fe, es que trate de relacionar este reconocimiento con el gobierno de Uribe, cuando el esfuerzo ha venido del Polo Democrático, entonces habría que echar en el mismo saco al Polo. El dogmatismo consiste precisamente en ver en blanco y negro, es el caso de Uribe y el de algunos escritores de los medios, como Collazos quien a una propuesta de paz del Movimiento de artistas e intelectuales por la paz, respondió con el señalamiento de “aliados de los insurgentes”; ni escudero de Obdulio que fuera. ¿Es el Polo uribista por estar en el Congreso, son los senadores Germán Reyes, Alexander López, Germán Navas, Gloria Inés Ramírez, Gustavo Petro, Jaime Dussán, Jesús Bernal, Jorge Enrique Robledo, Luis Carlos Avellaneda, Orsinia Polanco, Parmenio Cuellar, Venus Albeiro Silva, y Wilson Borja congresistas de Uribe? ¿Es Piedad Córdoba una ficha de los congresistas que están en la guandoca? Afirmaciones como las que hace Juan Manuel Roca, me parece que no están respaldadas por la argumentación crítica, mas bien olfateo mucho de mezquindad y de dificultad para reconocer los méritos ajenos.
Es como decir que el día en que María Mercedes llevó de la mano a Jota Mario y Juan Manuel a una iglesia de Bogotá, a ofrecerse mutuamente perdón como un acto de paz –y ellos la siguieron- ese día Jota Mario y Roca entraron al reino de los confesos; el hecho de haber asistido a una iglesia y recibir “la paz” de la mano del cura no los convierte en poetas secuaces de Monseñor Rubiano o en cómplices del ultra godo Espíritu Santo colombiano. Estas actitudes lindan más con las acrimonias de Arquitrave que con una argumentación inteligente. Lamento profundamente la decadencia de los buenos poetas y la peripatética caída en el odio de un poeta que indudablemente ha hecho aportes a la literatura colombiana. Hay momentos en que la cultura y la vida social necesitan de las posiciones claras de sus mejores hombres, momentos cruciales de la cultura y de los pueblos en que no se pueden permitir las bajezas. Es lamentable ver a quienes hemos tenido por nuestros mayores revolcarse en las miserias de la época.
Ya va siendo hora en que las aguas vuelvan por sus cauces naturales y se reconozcan la inteligencia y la poesía, por el fuego en la frente, como nos lo enseñó Martí, el poeta amoroso de la independencia de Cuba, y no por las bajas ulceraciones. Celebro el reconocimiento que hacen la izquierda y los demócratas en el Congreso al Festival de Poesía de Medellín, su mérito es hoy incuestionable. La preocupación de los Poetas Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco por el crucial momento que vive el país, nos lleva a hacerles además un reconocimiento como intelectuales de la acción, así nuestras convicciones políticas corran por aguas distintas.
Si los poetas de Prometeo van como ignorantes políticos, como garzas voluntariosas, a un espacio que tradicionalmente ha sido el bebedero de las zorras legislativas, la cosa está perdida. Pero tengo la certeza de la formación política de los poetas de Prometeo, y esa es una de las cualidades del Festival: el desdoblamiento de la acción cultural en acción política. Y es más meritorio aún cuando buena parte de la intelectualidad colombiana señala al Festival con el dedo ensangrentado de la deidad vengativa que escoge la próxima víctima para el holocausto. No se han espantado los poetas de Prometeo con los señalamientos, contrariamente han tomado un aliento mayor para decirle al país frontalmente lo que piensan. Allí no hay asomo de miedo; ni el señalamiento, ni el miedo, ni los escritores oficiales callarán la voz crítica de la poesía.
Creer que el Congreso es el presidente, es tanto como pensar que el gobierno es el Estado, y esto ya manifiesta, cuando menos, una falta de información, que es preocupante cuando viene de un intelectual que trata un tema político. En Colombia todo es paradojal, y casi siempre se imponen la cerrazón y la paradoja; los llamados a abrir caminos los cierran, las voces convocantes llaman al odio, la ridiculización y la afrenta, y cuando no, al holocausto. Y esto es así porque se impone la sordidez y la maledicencia sobre esa metáfora necesaria que es la necesidad de crear un país distinto por encima de nuestras diferencias.
No es una responsabilidad menor con el país anteponer los intereses nacionales sobre los intereses individuales, o de las fracciones políticas. Los individuos que disocian y las fracciones que pretenden representar el universo social, no hacen otra cosa que ayudar a hundir al país en la fosa común de la soberbia y el conflicto insoluble, que lindan más con la neurosis que con los problemas de la política. En momentos como el que vivimos es más que ofensivo el dedicarse a enviar correos para señalar a otros. Uno quisiera que los poetas fueran hermanos, pero hay que estar preparados para la alta marea que se nos viene y nos separa, uno quisiera hacer un llamado a la conciliación, pero es el tiempo de las definiciones. Escribo con dolor estas palabras de respuesta que no desearía haber escrito jamás, lo mejor para el hombre, y más para los poetas es siempre la hermandad.
Son los tiempos, los giros de la historia, la agonía de un odio cetrero, la hora de los claudicantes, de los señaladores. Es “el tiempo de los asesinos”, pero también puede ser, precisamente éste, el tiempo de la dignidad.
Sobre el Movimiento de artistas e intelectuales
Con las piedras que nos han arrojado hemos ido construyendo, piedra sobre piedra, una fortaleza. El odio subterráneo lo exhumamos para exponerlo ante todos como afrenta colectiva, y luego lo vamos transformando, con el barro de de la poesía, en fuerza para la creación. Porque vamos hacia la raíz del conflicto colombiano somos señalados de radicales, término que bien nos define, y no el de “tibios” o medianos, y mucho menos el de oscuros. El Movimiento es una fuerza amorosa, no contemplativa ni conciliadora; amorosa en el sentido martiano, es decir, una fuerza de la acción creadora, un espacio abierto para la luz en medio de la oscura manigua de nuestra realidad; no es la contemplación desesperanzada e indolente. No somos el que lanza la ofensa y esconde la boca, sino el Movimiento que expresa sus ideas con claridad y avanza, y vamos hacia la vida, huyendo de una realidad ominosa. Huimos de las fuerzas de la muerte para construir otro país, otra vida. Huimos creando al lado de las fuerzas de la vida. Trabajamos sobre ese vacío que han dejado el odio y la muerte; juntamos nuestras partes resquebrajadas, las recomponemos y volvemos a andar, con todo aquel que quiera trabajar por la paz de Colombia, desde la resignificación misma del término “Paz”, que es acuerdo entre los colombianos, pero también ruptura con las actitudes negativas de la ausencia de diálogo, la desidia, la actitud ladina y la mezquindad, que son las fuerzas culturales que sostienen este engranaje de muerte.
Y Paz también es un país distinto, no el de las madres lactantes de las comunidades ancestrales durmiendo bajo los gélidos puentes urbanos, miradas con desdén por transeúntes tan fríos como las fosas comunes de este gobierno de la muerte. Paz no es el país de los campesinos que piden tierra y son arrojados bajo la tierra que piden. No el país de la mezquindad, nunca el país de los poetas que desconocen la noción de fraternidad. Y sin embargo es mejor la ruptura definitiva que abre las compuertas de una cultura estancada, que el hermanarse en las medianías, o haciendo tabla rasa por lo bajo. Es necesario desgarrar este manto de sombras para que sea posible la luz, todos los días lo aprendemos del sol.
Álvaro Marín
Mensajes recibidos:
Así, querido Gabriel, que leerán poemas en el Congreso y que están pedientes del aval presidencial, de que les firme la importancia del festival un poeta de grades kilates, el doctor Álvaro Uribe Vélez. Qué bien. Les deseo la mejor de las fortunas. Lo único malo es que la lectura en el honorable Congreso tendrá muchas sillas vacías. ¿No piensan en hacer una teleconferencia para el resto de los congresistas del gobierno que están en la guandoca? Échenle cabeza al asunto, camaradas. Juan Manuel Roca
El lun, 9/6/08, Gabriel Jaime Franco Uribe <gabrieljaimef@yahoo.es> escribió:
Pues sí, querido Juan Manuel. Tu ironía no socava ninguna de mis convicciones. La Ley que declara al Festival como Patrimonio Cultural de la Nación fue una iniciativa de congresistas de la bancada del Polo, no del presidente (que por lo demás probablemente no sancionará la Ley , como ya lo dio a entender el Ministro de Hacienda a Germán Reyes). Para nosotros es importante la Ley porque le brinda un blindaje al Festival (y de paso a algunos de nosotros), y porque no deja los apoyos a merced de la voluntad o de las veleidades de cualquier ministro o presidente de turno: se trata exactamente de un triunfo de la izquierda sobre el ejecutivo, así no te guste. Respecto a la lectura en el Congreso: también fue solicitada por representantes del Polo, y sin duda tendrá muchas sillas vacías, no sólo por la sana ausencia de los congresistas que están en la guandoca, sino porque a muchos otros congresistas la poesía simplemente les interesa un comino. Pero sucede que tendremos transmisión en directo por TV., y ahí nosotros podremos decirle al país lo que pensamos, así eso que pensamos no le guste a ninguno de la derecha y a algunos de la izquierda o que dicen estar en ella. Nosotros por lo menos no nos hacemos los mudos ni hacemos mutis por el foro, ni aceptamos viajes al exterior con dineros de la Cancillería o la Presidencia. Y tu ironía sobre la teleconferencia muestra más resentimiento que argumentos.
Gabriel

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